La estación que no lleva ningún lugar. Belgrado, Serbia.
Belgrado, Serbia. El olor a plástico quemado no se va. Hace rato que huelo a humo. Se ha vuelto mi olor. Los refugiados afganos no son como los otros. No lo digo yo, lo dicen las leyes europeas de inmigración. No pueden entrar en Europa (de forma legal claro). Hace mucho frío. Temperaturas bajo cero cada día, y por las noches ración doble de frío. Durante el verano dormían al raso. Ahora unas naves industriales abandonadas con vistas al Danubio les hacen de refugio. En cada nave viven unas trescientas personas pero han llegado a dormir muchas mas. Calentarlas es sencillo. Hogueras con traviesas de tren creosetadas, las del cancer.
Sólo entrar en las naves se produce una tibia sensación de calor, pero nada, el frio sigue ahí. La visión se reduce, el aire es denso debido al hacinamiento humano y a los humos tóxicos. No hay ventanas. Pero si tos. Figuras humanas se confunden entre las sombras. No es el mismo mundo en el que vivimos tú y yo.